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Una foto del oceano con rocas y acantilados

Cómo surgimos

Una foto de la CEO  de la empresa, Maria Phipard, viste una blusa negra, tiene el cabello café claro y usa lentes, está sonriendo

Así es como todo comenzó...

Una foto de la CEO de la empresa, de pie junto a una lámpara y una planta, con las manos sobre las caderas, viste un vestido negro y botines negros
Una foto de la CEO  de la empresa, Maria Phipard, está de pie, viste pantalones negros y una blusa verde brillante, está cruanzo los brazos sobre su pecho

Durante la mayor parte de mi vida profesional, he trabajado al servicio de la gente, eso es lo que me hace feliz y es lo que quiero continuar haciendo. A veces no es fácil, el trauma vicario es real y al principio me involucraba tanto en los casos de mis clientes que me olvidaba de mí misma e incluso descuidaba a mi familia. Con el tiempo, aprendí a separar mi vida profesional de la personal, estar ahí para ellos desde un lugar de compasión y empatía que aún me permite mantenerme neutral y centrada para poder guiarles con la mente clara y el espíritu sereno.

De pronto la vida me presentó el reto más grande que he experimentado jamás. Mi hijo me confesó que estaba teniendo problemas de ideación suicida, tenía apenas 12 años. Fue devastador enterarme y aún más duro el aceptarlo. El ser humano al que más quería, mi bebé, tenía deseos de morir.  Él ya no estaba pensando en lo que quería ser cuando fuera grande. Ya no hacía planes para convertirse en científico, arquitecto o soldado de la Fuerza Aérea. Estaba planeando cómo acabar con su vida.

Ésta ha sido sin duda la peor experiencia a la que nos hemos enfrentado como familia. Mi cerebro no funcionaba como se debe. A la hora de tomar decisiones, decidí confiar en los profesionales de la salud porque tenía miedo de decir o hacer algo equivocado y provocar una tragedia de la que no podríamos recuperarnos nunca.  Se los entregué con la esperanza de que lo sanaran y me devolvieran un niño transformado y listo para la vida. ¡Nada más alejado de la realidad! Al principio, cuando mi hijo empezó su tratamiento, a veces mi instinto me decía que lo que los doctores y terapeutas estaban sugiriendo no iba a funcionar para él, porque no concordaba con la forma que él tiene de funcionar en la vida, pero ignoré ese instinto y ese sentimiento porque tenía mucho miedo.

 

Todo este tiempo me asustaba mucho el pensar que nos estaba tomando demasiado tiempo el conseguir que mi hijo estuviera estable y fuera de peligro. Sus emociones y su mente aún estaban muy tribuladas y mientras las cosas siguieran así, el seguiría peligrando. En ese tiempo, iba a checarlo varias veces por la noche para asegurarme de que estaba bien. El mero hecho de entrar en su habitación me daba un miedo terrible. Le tocaba los pies y la cara, rezando porque lo sintiera tibio cuando lo tocara, señal de que seguía estando vivo y Dios me había regalado un día más con él.

 

Después de varias semanas de lucha y de darme cuenta de que mi hijo no mejoraba, me di cuenta de que tenía que ponerme al frente de su equipo de apoyo e imponerme, dejar a un lado mis miedos y tomar acción, aclarar mi mente y aprender cómo podía ayudarle yo y como liderar ese equipo de apoyo. Así fue como empecé mi formación. Leí todos los libros que pude encontrar al respecto, escuché horas y horas de podcasts con los mejores expertos, TED Talks sobre el tema de salud mental. Hice lo que pude para auto educarme. Pero sinceramente, lo que más nos ayudó a mi hijo y a mí fue aprender a confiar en mí misma y en mi instinto maternal. Aprendí a ser su madre como él necesitaba que lo fuera. No como dicen los expertos, ni como me educaron mis padres, o como sugieren las insta-mamás. Me limité a escucharle con mi mente y mi corazón, más allá de lo que dicen las palabras. Hacerle preguntas profundas y significativas, interesándome de verdad en lo que él tenía que decir y sus opiniones sobre la vida. Puedo decir con orgullo que tengo un doctorado en ser la madre de mi hijo. Yo soy la experta en él, y tiene mi apoyo incondicional. Tuve que volverme intencional, consciente y atenta, descubrir mi propósito como SU madre y crear metas y estrategias que impulsaran a toda la familia a sanar y apoyarlo en su jornada de crecimiento personal. Al tener estas conversaciones profundas, mi hijo aprendió su valor como ser humano y se dio cuenta de que el mundo necesita gente como él. Que tiene una misión que cumplir, que el mundo lo necesita y debe mantenerse vivo para así poder ayudar a hacer del mundo un lugar mejor. Él puede ser el cambio que quiere ver en el planeta. Y su vida no es suya, fue dada por Dios porque él tiene un propósito que cumplir en esta tierra, y nadie más que él podía cumplir ese propósito.

 

Así que empecé a tomar acción. Despedí a algunos de los terapeutas que teníamos y encontré otros a los que mi hijo respondía mejor y con los que lograba una conexión real que él necesitaba. Colaboré muy estrechamente con ellos y con su escuela y, sobre todo, aprendí a trabajar con mi hijo en su sanación. Aprendí a escucharlo sólo para mostrar mi apoyo y reconocer que estaba doliento. Evité darle consejos inútiles y repetitivos. Por difícil que fuera, contuve el impulso de decirle lo que debía pensar, hacer o sentir. No culpé a otras personas por lo que le pasaba ni sembré resentimiento contra nadie, sólo me centré en él. En este tiempo creamos una relación basada en el amor, la buena comunicación, el respeto y la admiración mutua. Creamos juntos límites, reglas y consecuencias. Él participó en todo el proceso, así que se sintió importante, escuchado  y tomado en cuenta. Para él era importante entender de dónde partían nuestras decisiones y que nuestras acciones estaban guiadas por el amor, incluso cuando esas decisiones eran duras y cometíamos errores.

Aprendí a reconocer mis errores como madre, a disculparme por ellos, a perdonarme a mí misma y concentrarme en corregirlos y hacerlo mejor la próxima vez. Por supuesto, nunca dejaré de aprender; a medida que él evoluciona y crece, yo también lo hago. Y debo aprender a ser su madre en cada etapa de su vida.

 

Durante esta jornada, la vida me brindó la oportunidad de ayudar a otras familias en la misma situación y pudimos sanar juntas. Organicé grupos de apoyo en los que compartíamos experiencias y consejos, hablamos y nos desahogamos en un espacio seguro y libre de juicios.

Fue en este entonces cuando decidí convertirme en coach de padres. Tengo la certeza de que he encontrado mi propósito como madre y quiero compartir lo que he aprendido con otros padres y facilitarles el camino hacia la sanación y el aprendizaje. Por eso decidí educarme, entrenarme para certificarme como Coach de Vida y especializarme en Coaching para Padres.

Cuando recuerdo como fueron las cosas, pienso en cómo me hubiese gustado tener una mano amiga que nos hiciera las cosas más fáciles y rápidas; alguien capacitado que ya hubiera recorrido el camino que nosotros teníamos que recorrer. Una guía que no me juzgara y que pudiera ayudarme a encontrar esa sabiduría inherente que Dios nos da como padres cuando nos confía con la vida de un bebé humano, y también a aprender a confiar en esa sabiduría.

Permíteme ser esa guía para ti. ¡Yo sé que tú puedes con esto! Es una lucha diaria, y lo más probable es que la depresión acompañe a tu hijo toda su vida. Ellos van a aprender a afrontarla y a lidiar con ella. Van a aprender a reconocer las señales y saber qué hacer cuando aparezcan. No es fácil y se necesita paciencia, dedicación, persistencia y compromiso para superar el trauma. ¿Ya te había mencionado la paciencia?

 

¡Luchemos juntos contra este monstruo que es la depresión! Nuestros hijos lo valen, necesitan aprender su valía viendo como nosotros los valoramos y nos valoramos a nosotros mismos. Ellos sólo nos creen cuando les mostramos las cosas, no cuando hablamos sobre ellas. Si les decimos que valoramos su opinión pero cuando nos quieren hacer saber esa opinión no nos molestamos en escucharlos con atención y los descartamos a la primera, entonces no van a creer lo que les decimos. Muchas veces ellos no creen que tienen valor como personas, tenemos que demostrarles con hechos que ellos valen la pena para nosotros y que tienen mucho que aprender, vivir y dar al mundo. ¿Qué mejor manera de demostrarles lo importantes que son para ti, que aprendiendo a convertirte en el padre que ellos necesitan que seas para poder apoyarles mejor?

Estoy impaciente por conocer tu historia y ver cómo puedo ayudarte. Hablemos.

Una foto de la CEO de la empresa está agachada apapachando a su perrito, hay una lámpara y una planta detrás

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Una foto de varias personas uniendo sus manos y un letrero que dice vamos a darle con todo

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una foto de dos niños cocinando un pastel con los ingredientes frente a ellos en una cocina
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